miércoles, 29 de junio de 2011

Una bofetada democrática al Islam


Un grupo musical musulmán promueve la violencia contra la periodista catalana Pilar Rahola. Según fuentes del diario ABC y del texto que se extrae de la denuncia que la periodista ha interpuesto, un grupo musical de carácter musulmán y radical incluye en el texto de sus últimas canciones frases tipo: “Voy a matar a Rahola”. La periodista lleva ya más de tres meses con protección personal. Pero la pregunta es… ¿qué ha ocurrido con Pilar Rahola y el Islam?

Todo se inicia cuando la periodista publica el libro “La república islámica de España que he tenido el placer de leer y que, además, os recomiendo a todos. La república islámica de España no es un libro cualquiera. Eso lo adivina uno en cuanto descubre que lo primero que va a leer de la autora no son sus agradecimientos. Ni tampoco su prólogo. Ni siquiera un prólogo de otro escritor. Lo primero con lo que se topa el lector se llama “Intenciones y, efectivamente, es el breve discurso con que Pilar Rahola toma contacto con sus lectores, advirtiéndoles de que el libro no es un texto contra el islam, ni tampoco contra los islamistas, sino que es un texto “contra aquellos que usan el islam para violentar, fanatizar, esclavizar y matar”.

Y aunque el manifiesto parece más una justificación y una defensa previa a lo que pueda ocurrir, la claridad de sus intenciones adivina ya que el libro no va a ser fácil de leer, sino más bien incómodo en algunos aspectos. Y así es. La república islámica de España se convierte en una auténtica bofetada democrática para los grupos islámicos más radicales (los salafistas, yihadistas, y “otros –istas”, que diría la propia Rahola) y, especialmente, a los que ocupan cargos de relevancia en la sociedad, como los dirigentes de Arabia Saudí, Catar e Irán; y también para algunos pensadores como Yusuf al-Qaradawi e imanes como Abdelwahab Houzi, el imán de la mezquita más importante de Lleida y una de las más influyentes en nuestro país y, por qué no, en el Mediterráneo.

Cada palabra de Pilar Rahola es un atrevimiento muy importante, como ella misma confiesa. La claridad con la que discurre y lo pesado de sus argumentos, provoca al lector continuas reflexiones sobre lo difícil que es ser una mujer musulmana, un homosexual musulmán o, simplemente, un pensador, profesor o médico musulmán bajo el mandato de algunos auténticos bárbaros. Pero no sólo es terrible la sumisión que lleva una gran mayoría de ciudadanos que, por miedo a ser rechazados, increpados y vejados, han de seguir las imposiciones de sus imanes, presidentes y demás. También en los países con democracia estas situaciones se dan. Y ya no son aisladas. Y, encima, están respaldadas por nuestras leyes de tolerancia y multiculturalidad.

Como dice el propio imán de la mezquita de Lleida, Abdelwahab Houzi, lo mejor de nuestros países es “la tecnología”. Porque gracias a ella, pueden difundir sus mensajes más rápida y eficazmente. Porque con ella han asesinado más brutal y cruelmente. Porque lo que nos hace más fuertes, también es nuestro talón de Aquiles. Igual que la democracia. ¿Cómo vamos a prohibir que una mujer, libremente, se preste a vestir un niqab? Ella es libre. Igual que es libre su marido de retenerla en casa. ¿Quién lo vigila? ¿Y quién vigila los discursos de las mezquitas? ¿Quién controla, realmente, el flujo de inmigrantes? Con el número que cuenta, actualmente, la población musulmana en España (tomo como fuente el propio libro), si se unieran todos para votar a un partido político común, alcanzaría más votos que CiU, EU y el PNV…

Lo preocupante no es que quieran luchar por sus derechos que puedan ser comunes (ya es raro que todos los musulmanes compartan las mismas necesidades e ideologías). Lo preocupante es que puedan utilizar nuestro poder legislativo y ejecutivo para intentar implantar sus costumbres salvajes, inhumanas y crueles, como ya han intentando hacer en algunas regiones francesas. Hasta la medida ridícula de tener un horario de piscinas para mujeres y otro para hombres, que existe actualmente en el país galo. Hechos impensables para los franceses –europeos, se puede generalizar- que han tenido que aceptar gracias a la democracia. Del mismo modo, la democracia española también tiene una serie de fisuras importantes en cuanto al poder judicial en relación con estos señores de Alá.

¿Que ponen un par de mochilas bomba en Atocha y asesinan a 191 personas? Los metemos en la cárcel un par de años. Y si se portan bien o leen un par de libros sobre el cristianismo, los sacamos antes. ¿Y si no se casan con cuatro mujeres, pero las van dejando embarazadas y las hacen convivir a todas en un mismo piso o en un mismo edificio? Les damos ayudas para madres solteras y, en caso de que alguna sea demasiado rebelde, como Fátima Ghailan, hacemos la vista gorda como bien supo hacer la alcaldesa socialista Judith Alberich. Porque también es preocupante la despreocupación, la ignorancia y la pasividad con la que nuestros gobiernos y jueces –y la propia sociedad- tratan al islam. Y más preocupante es aún que clubes de fútbol de la talla del Barcelona lleven la estampa de fundaciones islámicas cuyos líderes promueven ideas radicales, extremistas y agresivas. Pero lo más surrealista es que en esas mismas camisetas también aparezca el logo de UNICEF. Hasta dónde vamos a llegar…

Todavía es un tema tabú en muchas conversaciones. Todavía es algo inconcebible para muchas personas. Pero ya es una realidad. Y es una realidad con muchos radicales, aunque sigan siendo la minoría. Radicales que se inmolan. Que inmolan a niños y a mujeres embarazadas. Que no tienen piedad alguna ni siquiera con sus mujeres e hijas. Que practican ablaciones sin miramiento a auténticas niñas. Que conceden matrimonios concertados por dinero en los que señores entrados en edad abusan de pre-adolescentes. Y que, si los dejamos campar a sus anchas, pueden infectar a los musulmanes que no son radicales. A los que entienden los mensajes positivos del Corán. A los que rezan a su Dios, pero no odian al resto. Pueden infectar al resto de la humanidad. Y lo peor, pueden –y quieren- acabar con el resto de la humanidad. Porque no piensan como ellos. Porque no rezan como ellos. Porque beben cerveza. Porque son hombres que se besan con otros hombres. Porque son mujeres que quieren leer y estudiar… porque son libres.

Roberto S. Caudet

lunes, 20 de junio de 2011

Los lunes sin Sol


Y en las noches sin luz,
Cuando quema el rocío,
Una estrella que pasa me llama mendigo”.

El mendigo”, Víctor Manuel.

Fueron llamados perroflautas, mendigos, indigentes, maleantes, delincuentes… Han sido llamados antisistema, despojos. Han aguantado carros y carretas. Se los ha desalojado con violencia desmedida en Barcelona, y se les ha agredido sin motivo justificado en Valencia. Se les ha golpeado como a una muñeca de trapo indefensa. Y, finalmente, el domingo pasado abandonaron su “sede central” de la plaza de Sol. Ya no hay lunes al Sol. Por eso, ayer se organizaron manifestaciones a lo largo y ancho de nuestro país. Y a las principales ciudades acudieron cientos de miles de Indignados para mostrar su disconformidad con la política económica y social de España y, por extensión, del mundo entero.

Desde Madrid, se formaron seis columnas que salían de seis barrios diferentes de la ciudad, para recoger a todos los indignados hasta llegar al centro de la ciudad, donde, unidos todos, volverían a mostrar su desacuerdo de manera pacífica, como viene siendo habitual en ellos. Aquí tenemos el problema. Ya todo es demasiado habitual. Su acampada ya no nos sorprendía. Ni tampoco su manera de vivir en las diferentes plazas. Las caceroladas se quedaron demodé, y hasta las manifestaciones nos suenan a algo muy visto. Y vosotros sabéis, igual que yo, que no hay nada peor en el periodismo que algo que se vuelve costumbre y es poco novedoso.

Para muestra, un botón. O quizá tres: El informativo de la noche de Canal 9 ni siquiera abría con la noticia de la manifestación, que tocaron por encima, con cuatro imágenes que ni se parecían a las ofrecidas por periodistas valencianos que estuvieron en plena manifestación subiendo fotos a Twitter y Facebook. Cualquiera que viera las noticias desde la autonómica valenciana sin tener más conocimiento de causa, pensó que los manifestantes eran cuatro parados que protestaban contra el euro. Por su parte, Telecinco hablaba de millones de manifestantes en toda España concentrados en Madrid. Las imágenes mostraban, ciertamente, calles abarrotadas en las que no cabía ni un muñeco tísico de Tim Burton. Los videos se completaban con manifestantes diciendo que buscaban un pisito “como el del Principito”. Estos Indignados parecían una versión frustrada de Carmen Lomana. A la parrilla, cómo me gusta.

Pero el caso más significativo es el ofrecido hoy por el diario La Razón, que ellos mismos han intentado defender como un “error técnico”. Y desde luego que lo es. Al técnico fotográfico que ha hecho semejante estropicio lo van a tirar de patitas a la calle. En su portada de hoy, con un titular que no puede ser más incoherente y manipulable, aparece una foto enorme más característica del diario ABC. En ella, se puede observar una ligera –tan ligera como el peso de Falete, que diría Wyoming- manipulación del PhotoShop. Ya ha sido llamado “el indignado sin cabeza”. Algo así como el fantasma “Nick Casi Decapitado” de Harry Potter. Si para el caso… Como veis en la imagen, al fotógrafo/periodista de La Razón encargado de ilustrar el periódico se le ha ido de las manos la herramienta de borrar, y se le ha olvidado dejar bien acabados a los personajes a los que ha intentado eliminar de la foto. Quizá, desde La Razón, han querido hacer llegar a su audiencia que los manifestantes no tenían ni pies ni cabeza… Menudo espectáculo lamentable.

Hoy, como decía al principio, es el día de la resaca del 19-J. Es momento de reflexionar. De pensar qué ocurrirá a partir de ahora con el movimiento del 15-M. Ya os lo digo yo: no va a ocurrir absolutamente nada. Los manifestantes de ayer perdieron su tiempo igual que mi apoyo. Sí, señores, he dejado de estar de acuerdo con ¡Real Democracia YA!. El principal motivo es que no encuentro nada en lo que deba estar de acuerdo. Ha pasado más de un mes de sus primeros pasos. ¿Y hasta ahora qué nos han vendido? Una acampada masiva a modo de reunión de los Scout americanos, un par de manifestaciones en las que se juntan banderas republicanas con las del orgullo gay con pancartas de “Catalunya lliure” (“Catalunya libre”). Pero, ¿qué es lo que venden? Ellos dicen que buscan un cambio de sistema, un piso digno “como el del Principito” y un trabajo digno. Pues como todos. Bueno, yo busco también el amor de Diego Forlán, pero no monto un sarao como si estuviera en El Rocío para proclamarlo. También busco que me contraten en algún medio digno, pero no me planto con mi Quechua última generación en la Plaça de Catalunya y luego monto un huerto con las semillas que regalaban en los Petit Suïsse, ahora conocidos como Danonino.

La utopía que nos vende el manifiesto de los Indignados es demasiado absurda como para tomarla en serio. Y ni siquiera saben cómo llevarla a cabo. Ni se lo han planteado. Estaban demasiado ocupados en invadir –sin éxito- los Parlamentos y Congresos de algunas ciudades españolas. ¿Pero por qué no se unen en un partido político ellos, todos juntos?, ¿por qué no intentan, realmente, paralizar el país para cambiarlo?, ¿acaso no han visto las imágenes de Egipto?, ¿qué piensan los del 15-M de los franceses que llegaron a paralizar las entradas de materias primas al país galo? Es que los nuestros son muy pacíficos. De pacíficos llegan a ser estúpidos. Llegan a ser inútiles.

Y eso los que son realmente pacíficos. Quien viera el sábado 11 de junio La Noria de Telecinco, contempló cómo en las diferentes conexiones en directo que ofrecía la periodista Milena Martín un pequeño número de Indignados hacían el trabajo imposible a la pobre chica que intentaba informar sobre cómo estaba siendo el desalojo. En la estampa, pudimos contemplar un sinfín de personajes patéticos que gritaban “televisión manipulación” y que, cuando fueron enfocados, se taparon la cabeza para que nadie pudiera identificarlos. Menudo ejemplo de valentía. Menuda gentuza. También contemplamos a una señora que bailaba con un vaso de cerveza y que llegó a empujar en varias ocasiones a Milena, en un acto de borracha profunda. Y luego estaba el típico gracioso que se pasaba la conexión intentando poner un folio delante de la cámara para que no se pudiera ver nada (He buscado el video en la web de La Noria, de Telecinco y en Youtube, pero no lo encuentro, si es que está colgado). Me voy a permitir yo también cantar eso de: “lo llaman democracia y no lo es”.

Señores, yo me bajo de la causa. Porque todavía no he llegado a comprender cuál es ni cómo se resuelve. Y como yo, medio país. Los Indignados ya se han dejado ver en esta fiesta de la democracia. Ahora que actúen. O todo habrá quedado en una anécdota que ocupará medio párrafo en los libros de Historia Española para los estudiantes del año 2.130. Claro que, para actuar, primero deben formar una unión. Y lo del 15-M es de todo menos un todo. Y así, no se puede. Ya no representan a nadie, se representan a sí mismos y a un mundo imposible que sólo se pinta en las películas de Disney. Yo ya tengo una edad como para creerme sus pancartas de “no les votes” junto a las de “que cada voto valga igual” y las de “jubilación a los 65” junto a las de “pensiones mínimas de 800 euros”. Como gracia ha estado bien. Como chiste es muy malo. Como protesta seria, es pésima.

Roberto S. Caudet